lunes, 1 de agosto de 2011

Capitán

El ruido de las olas rompiendo en las piedras golpea en sus tímpanos como tambores y siente la presión en su pecho. Hace tiempo pensaba en un mazo gigante castigando a la tierra por robarle su libertad.

Tu cara ajada por el frío y la sal, como única protección una barba tupida y unas cejas como troncos.
Ya esta viejo capitán, los huesos se lo dicen. Aunque ya resignado a  perder tus fuerzas, recordás como método para sobrevivir un atardecer más. Recuerda por que esta en el mar, capitán. Recordás el campo que siempre odiaste de niño y la ciudad de la cual nunca te sentiste parte. Recordás tu juventud avejentada y tu añoranza de épocas nunca vividas. Era parte de otra tiempo, capitán y por eso fue al mar, porque el mar tiene la misma cara desde que el mundo es mundo y la tierra, tierra.
Sabes que no te queda tiempo para recordar el olor de la sal y el frío en los huesos, pero aún así recordás tu pasado que fue peor que éste presente pacifico.

El cognac te nubla la vista y el paisaje azul que te acompaña desde que tuviste ojos, se desvanece entre cataratas y vino quemado. Entras en una tempestad y pájaros inmensos, con ascuas verdes en lugar de ojos, urden planes para bajarte de tu trono. Aguante, capitán, que la calma se avecina después de la tormenta.
Viejos rostros de almas en tierra gritan tu nombre y tu único color, que fue el azul, se transforma en pinceladas iracundas, hacia tonos cálidos que darás en llamar bermellón. Pero aun no esta listo para ese tipo de reflexiones, capitán.
Debes atarte en el mástil de tu barca como el viejo Ulises y esperar que las sirenas detengan su canto. Las valquirias claman su presencia, capitán. Pero aún no es tiempo.

Despierte, capitán! El frío de la noche no es bueno para su reúma y la vida tranquila, otro alba lo espera.

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